En soledad anoche me senté junto a la orilla. El cielo andaba falto de estrellas y el mar estaba tranquilo y silencioso. Tu trémula presencia soberana se proyectó en la pantalla de mi mente aunque creía totalmente desaparecido cualquier destello de cariño por tu parte.
Musité tu nombre en voz baja como solía hacerlo antes y oí el graznido triste de una solitaria ave marina. Perdóname si ni siquiera deseabas poner tu preciosa sombra a mi lado, pero el cielo andaba falto de estrellas y el mar estaba tranquilo y silencioso.