Lo llamaron de un hospital, diciéndole que se encuentra mal, la mujer, que por muchos años él cuidó, su apellido y su amor le dio, la adoró.. al llegar ella se despertó y con dificultad para hablar le confesó, por qué quiso su vida acabar, él era muy bueno y ella igual lo engañó, era tanto el amor que le tenía que solamente lloró y así le habló...
Yo no soy nadie para condenarte, yo no soy Dios nuestros hijos nunca van a enterarse de tu error.... no esperaba esas palabras, lo besó por última vez y ella murió.
Nunca más entró a la habitación y en la cama que dormían los dos, ya no se usó, sólo se dedicó a trabajar, a criar sus hijos y así fue papá y mamá sólo recuerda aquel momento cuando ella se despidió y él así le habló...
Yo no era nadie para condenarte, yo no soy Dios nuestros hijos nunca iban a enterarse, de mi dolor, y en las fiestas en la mesa pone una copa de mas por ella y mira al cielo y se pregunta cómo una infidelidad arruinó su vida.