Están rodeando la mesa del tango el viejo Contursi, Villoldo y Cobián, el Pibe Ernesto, Lomuto, Scattasso, Arolas, los Greco y el gordo Bazán. Están charlando y allí, mano a mano, florecen recuerdos del tiempo de ayer, con esas historias que cuenta Razzano y menta bromeando Carlitos Gardel.
Y el tango, mientras tanto, perfuma los oídos de Enrique Saborido que meditando está. De Manzi que sonríe muy cerca de Malena, Pepita Avellaneda y la Negra Bozán. Y el tango, siempre el tango, con su rumor cansino, envuelve a Fiorentino en un compás sin fin; mientras Magaldi escucha con Angelito Vargas la lírica lunfarda del gran Discepolín.
Hay una larga, profunda nostalgia en cada palabra, en cada emoción. Resurge el tiempo de "Los inmortales" con Muiño, los Ratti, Roberto Casaux. Y mil recuerdos del Bajo y Palermo, de Flores, Belgrano y La Paternal, la Boca, Barracas y el viejo San Telmo, que al fin, en silencio, los hace llorar.