Todos me llaman milonga, soy canto de mi arrabal, música del novecientos y lloro en el alma de los instrumentos. Tiempo después me olvidaron, -el tango me desplazó-, pero los años pasaron y tras el recuerdo mi canto volvió.
Una noche clara de ayer, bajo un cielo estrellado, dicen que me vieron nacer en un dulce canto... Soy la flor mimada de aquel arrabal pintoresco que acunó mi niñez y hoy me mira volver a reinar otra vez.
Todos me llaman milonga y, es cierto, milonga soy: alma del alma porteña, y vuelvo al suburbio porque soy la reina. ¡Criolla milonga querida, milonga siempre seré! ¡Mientras un canto me nombre y el fuelle rezongue, jamás moriré!...