Suenan las cuatro campanadas en el reloj de la capilla, suena la hora de partir, mi amor; sé que te alejas sin decirme adiós. Pronto amanece un nuevo día, muy sola queda el alma mía, pronto te marcharás, sé que me dejarás. ¿Por qué, por qué, mi amor?
Cuando pase el tiempo, no tendrás para mí nada, ni el recuerdo que en tu vida existí. Vivirás ausente sin saber que espero, sin saber que quiero adorarte o morir. Sé que nadie, nadie, te podrá convencer, sé, también que nunca pensarás en volver; se unirán mis manos para orar en vano porque tu retorno jamás he de ver.
¡Cuánto silencio hay en la casa! Se oyen las cuatro campanadas; esas campanadas lentas del reloj hieren mis oídos con su cruel din-dón. Sólo te alejas por no verme, solo me dejas para siempre con mi dolor atroz quebrándose en mi voz que muere en el adiós.