Volcándose la décima cerveza andaba un tipo sin casa ni edad. Frotándose los ojos para ver más lejos, aunque no quede nada por mirar. Charlas y gestos que se muerden la cola. El rengo que seguro duerme afuera otra vez. Grapas calientes con gusto a derrota, y el sueño canalla de no volver a casa. Ella entró como de ninguna parte. Hubo una mole de silencio en el bar. Al tío el mundo le importó tres cuernos y con la botella al hombro se invitó a sentar, en el próximo bar. Mientras haya luces en el próximo bar. Hay ojos de mujer que castigan duro y ella lo sabe tan bien como él. Sus bocas hablaron sin decirse nada, un mozo sin dientes los echó al amanecer. El dice que la vida es un chiste maldito. Ella llora siempre que suena un blues. Cruzaron la ciudad sin saber sus nombres. Las manos frías, quemándose. Y ella entró como de ninguna parte. Elegante como un barco viejo. Y al tipo el mundo le importa tres cuernos mientras haya luces en el próximo bar