Pobre percanta que pasa su vida entre la farra, milonga y champán, que lleva enferma su almita perdida que cayó en garras de un torpe bacán y que en su pecho tan sólo se anida el triste goce que causa un gotán.
Su ilusión murió en el cabaret al compás de un tango compadrón y al notar perdida ya su fe quedó su corazón transido en la emoción el dolor las fuerzas le restó comprendiendo al fin su berretín y una noche que se encurdeló sus penas entregó a un rubio copetín.
Por eso su alma en silencio solloza y es una mueca su risa cruel y cuando besa su boca de rosa deja en los labios amargo de hiel y en su carita amarilla, ojerosa, se ven las huellas de un amor infiel.
Y así fue en la pendiente fatal, del cabaret al hospital, y a ninguno encontró que por su mal tuviera compasión, pues sin razón la dejaron sufrir y a su ilusión la dejaron morir. Y así fue en la pendiente fatal del cabaret al hospital donde asilo encontró.
Pobre percanta que está contratada vendiendo su alma por un copetín, que de una vida feliz engañada, lleva en el alma tristeza y esplín, y que pasando su vida amargada llora en silencio su pena sin fin.