En un bazar feliz yo trabajaba nunca sentí deseos de bailar, hasta que un joven que me enamoraba llevóme un día con él para tanguear. Fue mi obsesión el tango de aquel día en que mi alma con ansia se rindió, pues al bailar sentí en mi corazón que una dulce ilusión nació.
Era tan suave la armonía de aquella extraña melodía que lleno de gozo sentía mi corazón soñar. Igual que en pos de una esperanza, que al lograrla todo se alcanza, giraba loca en esa danza que me enseñaba a amar.
La culpa fue de aquel maldito tango que mi galán enseñóme a bailar y que después, hundiéndome en el fango, me dio a entender que me iba a abandonar. Mi corazón, de pena dolorido, consuelo y calma buscó en el cabaret, mas al bailar sentí en el corazón que aquella mi ilusión, se fue.
Oyendo aquella melodía mi alma de pena moría y lleno de dolor sentía mi corazón sangrar... Como esa música domina con su cadencia que fascina, fui entonces a la cocaína mi consuelo a buscar.
Hoy que ya soy espectro del pasado pido al ajenjo la fuerza de olvidar mas a mi pobre pecho destrozado nada hay que pueda su angustia sofocar. Del cabaret soy una triste mueca, ya nadie el tango conmigo más bailó y aquel amor pasó como visión. Y aquella mi ilusión murió.
Maldito tango que envenena con su dulzura cuando suena, maldito tango que me llena de tan acerba hiel. El fue la causa de mi ruina, maldito tango que fascina... ¡Oh tango que mata y domina! ¡Maldito sea el tango aquel!