[En el metro de Argüelles, Pedro, un ex-obispo vagabundo, se gana la vida tocando el acordeón. Él será el elegido por Jesús para establecer un nuevo orden de revolución.]
Caminando muy despacio por el metro siempre va su techo son las estrellas y por cama un viejo portal.
Junta monedas en un vaso roto atado a su viejo acordeón su mirada de tristeza delata que intima con la soledad.
¡ Señor, donde estás !
Largas canas en su barba y su poco pelo sin peinar sus zapatos son los dedos cansados y aburridos de andar. Compañero del frío jamás recibió ayuda de ninguna institución aún recuerda sus tiempos de obispo rebelde y su expulsión. ¡ En mi fé mando yo !
Cuentan que estando un día en el metro un tipo alto y delgado le habló llevaba pantalones vaqueros chupa de cuero, el pelo largo y cálida voz ¡tu nombre ahora es Pedro y no Simón!
Sobre esta piedra montaré un nuevo orden de revolución tiraremos los muros de oro que la Iglesia en nombre de mi padre robó ¡cuando yo me vaya tú serás mi voz!
Desde aquel día si viajas en metro en busca de libertad huye del pobre de espíritu y sigue al rico de corazón
Pues quien golpea su pecho y ficha en misa de doce a dos pero huye del negro y del gay, a ese no quiero yo.