Canta mi provinciana como el jilguero jamás cantó y al pie de tu ventana por tus cantares me muero yo. Ruiseñor campero dueña de mi vida ciérrame la herida que tu voz me abrió, y no rías provinciana que hoy te canto mi pasión.
Llora mi provinciana por aquel hombre que te burló. Y al pie de tu ventana ya no se escucha más tu canción. Siento hoy la herida del desdén que mata y tu voz de plata nunca más se oyó. Hoy comprendes, provinciana, lo que habré sufrido yo.
Así le cantaba sus hondos dolores el mozo serrano que amaba su voz, pero ella soñaba con otros amores y los juramentos de labios traidores robaron la calma de su corazón.