Busca y pide la piba engayolada al vientre mudo, que no acusa recibo de la miel que fue rociada con el vino... Pero no hay caso: la flor sigue cerrada. La noche con sus cintas de papel, pregunta a las ventanas y a las piedras, a la quiniela, al boleto ´el colectivo, a los floristas, al botones de un hotel.
Camina por la city calculando temperaturas, presiones, sequedades, la suba ‘el dólar, la baja en las sonrisas. Y los “caniyas” no le anuncian novedades, los tachos no le bajan la bandera, y las barrigas se les hinchan a las otras, los pibes alborotan en las plazas; les da el sol, pero ella ve su sombra sola.
Y una tarde, revolviendo en el montón de fotos sepias y ajados terciopelos, el desván que guarda cosas del abuelo, le devolvió su olvidado bandoneón. Aromas de algún viejo salón burlando las buchonas naftalinas, fantasma azul de un compadrito con su mina, bailó pa´ ella entre seda y almohadón.
Del nácar del alma del abuelo una corchea se le piantó, traviesa, y entreverada en el sueño de la piba, le germinaba mariposas en la espera. Muchacha: si tu tata, zeide o nonno le daba al fueye en los piringundines, y andás teniendo ganas pa´l encargue dale al tango y tejerás escarpines.