Quieto parao, no te arrimes, ya son demasiados abriles para tu amanecer desbocao, mejor que me olvides, yo me quedo aquí a tender mi pena al sol en la cuerda de tender desolación, luego empezaré a coser tequieros en un papel y a barrer el querer con los pelos de un pincel..
y en cuanto acabó de zurcir las heridas de las noches mal dormidas llegué yo y le llené de flores el jergón para los dos, sin espinas, de colores, que se rieguen cuando llore y cuando no, las sulfatamos con nuestro sudor, y me confesó, cuando quieras arrancamos que en las líneas de la mano lo leyó, que se acabó el que la quemara el sol, pero se asustó, ¡como te retumba el pecho!, tranqui, solo es mi maltrecho corazón, que se encabrita cuando oye tu voz,
¿qué coño le pasara que ya no sale a volar ? ¿tal vez le mojó las plumas el relente de la luna? le volvió loca el sonío de las gotas de rocío cuando empieza a clarear y aún no se ha dormío
y me enamoró, aunque era un hada alada y yo seguía siendo nada no importó, eramos parte del mismo colchón hasta que juró,"nos querremos mas que nadie pa que no corra ni el aire entre tu y yo", sentí que me iba faltando el calor,
le hizo un trato al colchón, con su espuma se forró el corazón, que anoche era de piedra y al alba era de mimbre que se dobla antes que partirse...
amaneció, la vi irse sonriendo, con lo puesto, por la puerta del balcón, el pelo al viento diciendome adiós, porque decidió que ya estaba hasta las tetas de poetas de bragueta y revolcón, de trovadores de contenedor.