Los veinte abriles daba yo y ya deseaba recorrer el mundo que me ilusionó. Mi pobre vieja en su pesar lloró de pena, y en alas de mi sueño abandoné el hogar. Mi porvenir interrogué, y aunque me dijo el sabio que era oscuro proseguí con fe. Soñaba al son de mis primeros años sin ver los desengaños pero desperté.
Sueño querido de mi tierna y bella juventud, fuiste espantado por la negra ingratitud. Sólo me queda de tu mágico esplendor, el yelmo roto de triste soñador. Por eso cuando llega a mi alma el lúgubre doblar de las campanas me dan ganas de rezar. Sueño querido, ha pasado tu carroza para siempre ya te has ido y no volverás más.
Quise ser bueno y sólo fui romántico Quijote para el mundo que se rió de mí. En la amistad y en el amor fui traicionado. Y en la mitad del pecho me clavó el dolor. Todo ilusión tan sólo fue que se esfumó con la primera estrella del amanecer. Casi me pierdo en esa noche oscura soñando en las alturas, pero desperté.