Vinieron muchos barcos trayendo los collares y se iban tan cargados que se hundían en el mar.
Y entre otras muchas cosas que de aquí se llevaban estaban las bananas. Estaban las bananas.
¡Ay, Colón! ¿Qué nos hiciste? ¡Ay, Colón! ¿Por qué nos descubriste? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Una indiecita corre descalza por la playa. Les damos el maíz, grita desesperada.
Les damos chocolate. Les damos Potosí. Les damos el petróleo. Mas las bananas no. Las bananas no. Las bananas no. ¡Quedan aquí! Las bananas no. Las bananas no. ¡Quedan aquí!
¿Usted sabe qué es esto? decía el descubridor mostrando la banana y el rey decía que no.
La reina se reía detrás de la banana y los gorilas de Asia vinieron a mirar.
¡Ay, Colón! ¿Qué nos hiciste? ¡Ay, Colón! ¿Por qué nos descubriste? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Entonces en Europa empezó el Renacimiento. Gracias a las bananas todo empezó a cambiar.
Y las estatuas griegas perdieron la vergüenza y las hojas de parra se echaron a volar.