¡Qué lindo es estar metido y vivir pensando en ella y sentir que como un frío se nos entra por las venas! ¡Qué lindo es estar metido, palpitando que ella vuelva y sentir muy despacito taconear por la escalera!
Aún recuerdo aquella noche cuando, solos en la pieza, al mirarme yo en sus ojos soñaba la dicha eterna, y asomaba en su carita lagrimones como perlas, como diciendo: ¡Qué triste! ¡Qué triste ha de ser la ausencia!
¡Qué lindo es estar metido, tiradito en la catrera y ver que se va acabando aquel cachito de vela! ¡Qué lindo es estar metido y dormir pensando en ella, mientras la cera, al quemarse, va formando su silueta!