(Cuarta canción de la cantata ”La primavera muerta en el tejado”. Es la única del ciclo, tanto texto como música de Patricio Manns)
En el parque de enfrente las hojas fueron rotas por ráfagas tenaces hasta no tener término. Encima del tejado, bamboleante y sonoro, cada estampido aullaba la respuesta precisa. Luego el cerco de cascos y bayonetas ávidas escaló las paredes de las casas vecinas. Atacó circulando por los flancos del aire y rellenó de fuego los mayores tejados.
Hasta que un ciego soldado campesino – recién, recién cortado de aquél su sembrado –, con el sucio y deformante uniforme, con sus zapatos grandes, su gran oscuridad, chapoteando en la noche de la ciega conciencia, en el solemne y corto momento interminable en que el mundo paró su balbuceo, oprimiendo su dedo y su alegría, le colocó en la sien una amapola, esta amarga amapola de la muerte.
Ella juntó los labios contra el muro, con cálida dulzura posó la cabeza. Ella tornó de cisne la cabeza, desamarró los brazos, negó su fatiga.
Un mechón de cabellos resbaló hacia la calle, la amapola deshizo sus primores exactos, descendiendo por ellos en un hilo. Nació bermejo un charco y la paloma tembló de piernas, se durmió enseguida, amortajada por el sol oscuro.
*Obs: esta canção faz parte da cantata "La primavera muerta en el tejado" de Patricio Castillo (? - Chile - 1.977).