Dos días hace, mamma, que estoy en la Argentina, no me parece cierto sentirme tan feliz. Si vieras Buenos Aires, qué linda y qué distinta a nuestra pobre Italia, cansada de sufrir. Quisiera en esta carta decirte muchas cosas que en este suelo amigo dan ganas de vivir, que ya soy otro hombre, que sueño a todas horas con el día que pueda traerte junto a mí.
Y dile a la Rosina que siempre pienso en ella, que yo en la Argentina trabajo con amor. Que cuando estemos juntos aquí nos casaremos y juntos le daremos las gracias al Señor. No importa el sacrificio que has hecho por tu hijo para que en esta tierra se forme un porvenir. Besando tu retrato yo siempre te lo digo: tendrás tu recompensa, aquí serás feliz.
Aquí, donde los campos conversan con el cielo levantaré algún día el nido de mi afán. Aquí, donde encontramos un bendecido suelo, que nos dará de sobra felicidad y pan. Y pienso en nuestro pueblo que se quedó deshecho, por culpa de la guerra y tengo que llorar, por ti, por la Rosina y por el hombre bueno al que no le pudimos decir: ¡Adiós, papá!