Silencio peligroso de estas teclas, silencio de mi hombre y de su cuerpo, silencio sin preguntas ni respuestas, sin un grito despertándome, sin un adiós, sin lagrimas que llorar.
Sin vos, sin soledad, sin mar, ni luna nueva sobre esta quietud voy hamacándome con miedo a caminar, a caminar.
Una vez tuve amigos que me amaban, soñaban con vivir de otra manera, desperramaban besos como guindas, como música de carnaval, como una luz quebrando la oscuridad.
Amor, sobraba amor y fe, canciones nuevas. Cada amanecer el cielo anclaba en nuestra eterna juventud.
Los puedo recordar sobre mi pecho, besándome los ojos como ángeles, creciendo junto a mí como una tempestad, como el más poderoso de los vientos.
Hoy somos como cuerpos sin historia, familias repartidas por la tierra, estrellas que se encienden y se apagan en el árbol de otra navidad, un resplandor, un grito en la inmensidad.
Y somos fiebre y flor y sed y sangre nueva. Cambiamos a Dios por un puñado de promesas de metal.
Los puedo recordar rodeando el fuego, jugando a ser más fuertes cada día, hablándome de amor, del tiempo que perdí, del canto, de la lluvia y la tristeza.
Silencio en estos largos corredores, silencio en este viaje sin regreso, silencio en esta casa sin memoria y yo dispuesta a todo, por vivir siempre estaré con la mano en el corazón mi amor... mi amor...