Me place contemplar como después del fuego salen a lucir las ratas de salón con maquillaje de aguerrido malvivir. Me place porque sé que todo el verdadero amor también las ve. Me place porque son espuelas para la razón.
Me place ver así como el hocico se les hincha de chillar, después que queda bien la discrepancia, la polémica, opinar. Me place mucho ver cuanto se hunde la ratita en su quehacer, en su propio pregón que hiede como la traición.
No es la primera vez que ocurre cuando ha pasado la candela, siempre hay quien de su hueco surge para jurar que se desvela. Y la bondad y la confianza de quien es bueno, esperanzado, le da lugar y semejanza mientras descubre los costados. Y, en nombre de mayor pureza, salen las ratas disfrazadas que con paciencia y con destreza quieren trocar el agua en baba. ¿Quién no conoce un buen ejemplo? ¿Quién no ha pasado por sus dientes? ¿Quién no ha soñado echar del templo a la codicia sonriente?. Me place contemplar como una vez y otra vuelven a salir las ratas de salón que en la limpieza diseñaron el jabón. Me place porque sé que esto le perfecciona el músculo a la fe. Me place porque son espuelas para la razón.