Pido que no me miren bien, pido que no me miren mal. Yo pido, pues, que no me admiren yo pido, pues, que no me sigan que sólo estoy cantando un poco por cantar. Pido una noche bien sencilla, pido una noche bien humilde para mí. Pido una noche bien pequeña para estar solo.
Quién me lo iba a decir cuando buscaba junto al mar caracoles de dolor. Si me llegan a conocer por aquel tiempo ¡Ay, de mí! Hubiera sido hazmerreír y no yo. Y todo es culpa de mis manos —no han visto de cerca mis manos— aún son de metal duro y blando como yo.
Quién quiere hoy venirme a ver, quién quiere sentirme dormir, quién me quiere conocer, quién me va a decir que me conoce y pondrá sus manos al fuego para quemarse hasta el recuerdo.
Quién quiere feria con desastre, quién quiere un beso del recelo, quién quiere más y me deja luego en paz. Ya.
Qué esperan del hombre inferior, qué esperan del hombre común que no sabe del amor. Si sólo somos espejismos resumen en efervescencia, besos prohibidos a la puerta del sol. Qué esperan, pues, de una sombrilla con colores de pesadilla. Fuera de mí y no miren para atrás. Fuera de aquí y no miren para mí. Más.