Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos hacia la estrella de aquella otra madre mayor y como los recogÃa del polvo teñido para enterrarlos debajo de su corazón.
Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo siempre a la sombra y llenando un espacio vital. Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos de la melena invencible de aquel alemán.
Me estremeció la muchacha hija de aquel feroz continente que se marchó de su casa para otra, de toda la gente. Me han estremecido un montón de mujeres mujeres de fuego, mujeres de nieve.
Pero lo que me ha estremecido hasta perder casi el sentido lo que a mi más me ha estremecido son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos.
Me estremeció la mujer que parió once hijos en el tiempo de la harina y un kilo de pan y los miró endurecerse mascando carijos. Me estremeció porque era mi abuela, además.
Me estremecieron mujeres que la historia anotó entre laureles y otras desconocidas, gigantes que no hay libro que las aguante.
Me han estremecido un montón de mujeres mujeres de fuego, mujeres de nieve.
Pero lo que me ha estremecido hasta perder casi el sentido lo que a mi más me ha estremecido son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos