El sargento Cinete se encontraba inmerso en una jornada de dura instrucción. Enseñando como siempre a sus reclutas algunos truquillos de los cuales era gran conocedor "La supervivencia en el monte" -el sargento exclamó- mientras de un arbusto arrancaba unos frutos con ardor "De estas moras mis reclutas cuantas queráis podéis comer, que son muy apetitosas y no hay nada que temer". "¡No coma eso, mi sargento!", le grito muy fuerte un recluta que eso que tiene en la mano no son moras son macucas "¡Cómo se atreve, soldado, a mi saber poner en duda, ahora mismo daré cuenta de esta deliciosa fruta!" El sargento Cinete cabreado, muy molesto y en su patrio orgullo herido se trago más de cuarenta de los frutos discutidos, mientras increpaba a Gómez, el soldado atrevido. Sin haber comido el último cambia la cara del sargento que sintió todas sus tripas retorcérselas por dentro, retorcérselas por dentro. Aguantando como un héroe busca raudo un agujero pero pierde en la batalla y se caga todo entero. Y así estuvo cinco días yéndose muy bien por las patas mientras todos los reclutas de la risa se meaban. Y ya le dije yo al sargento que no se las diera de listo que en mi pueblo a más de cuatro tontos ya les ha pasao lo mismo.