La caja de mi guitarra no es caja, que es calabozo, penal donde pena España.
Las paredes de la cárcel son de madera, madera, de donde no sale nadie.
Las cuerdas son los barrotes, la ventanita de hierro por donde pasan mis voces.
Y las clavijas, ¿qué son sino las llaves que aprietan la luz de mi corazón?
Ahora me pongo a cantar coplas que llevan más sangre que arenas lleva la mar.
Canto ahora a los caídos, a los que estando en la tierra ya están naciendo en el trigo.
Mi mejor luto será echarme un fusil al hombro y al monte irme a pelear.
Que nada me desalienta, que un guerrillero es un toro en medio de una tormenta.
Me hirieron, me golpearon y hasta me dieron la muerte, ¡pero jamás me doblaron!
Ahora yo quiero nombrar, no mi nombre, porque el mío es como el de los demás.
¡Sangre de Gómez Gayoso, sangre pura, sangre brava, sangre de Antonio Seoane, de Diéguez, de Larrañaga, de Roza, Cristino y Vía, valles de sangre, montañas!
¡Sangre de Agustín Zoroa! ¡Mar de sangre derramada! ¡Sangre de Manuela Sánchez! ¡Sangre preciosa de España!
No quiero seguir nombrando más sangre, pues mi guitarra también se está desangrando.
Más aunque su voz se muera, su voz seguirá cantando a la España guerrillera.
Siempre seguirá cantando y seguirá maldiciendo hasta que el gallo del alba grite que está amaneciendo.
Compositor: Rafael Alberti (letra) - Daniel Viglietti (música)