Pulgarcito de poeta que se escapa y me cosquilla, tan alegre, tan sin silla, tan de amores torrenciales, tan sin fin.
Alegría de una tierra que se quita las fronteras, se desnuda las caderas, las volcánicas centrales de una luz.
Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. El año treinta y dos él no vivía y yo lo vi contando sus historias de futuro, iba entre mil. Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pobrecitos los poetas, bendiciones son daltones, donde hay huesos ven marrones territorios prometidos como un sol.
Tan bracito su poesía, se levanta en los sensuales laberintos marsupiales y reparte polen rojo, se abre en flor.
Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. Era el año dos mil, ya él no vivía y yo lo vi. La muerte equivocada lo llevó y él anda aquí; y yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi.
Pulgarcito de poeta que se escapa y me cosquilla, tan alegre, tan sin silla, tan de amores torrenciales, tan sin fin.
Crece armado de esperanza, desentierra lo perdido, le hace un hijo de sonido al silencio de ese pueblo que es maestro de sus sueños.
Que se escapa y nos cosquilla, tan sin miedo, tan sin silla, tan amado, tan armado, tan de todos, Salvador.