La séptima luna era aquella del Luna Park el crepúsculo avanzaba de la feria al bar mientras tanto el Ángel Santo blasfemaba la polución que respiraba musculoso pero frágil. Pobre Ángel, pobres alas.
La sexta luna era el alma de un desgraciado que maldecía el haber nacido, pero sonreía. Cuatro noches sin haber cenado con las manos, con las manos, manchadas de carbón. Tocaba el pecho una señora y manchaba y reía creyéndose el patrón.
La quinta luna daba tanto miedo era la cabeza de una dama que sintiendo la muerte cercana al billar jugaba. Era grande y elegante, no era joven, no era vieja tal vez enferma seguramente estaba enferma porque sangraba un poco por la oreja.
La cuarta luna era una cuerda de prisioneros que caminando, seguía los rieles de un tren viejo. Tenía los pies ensangrentados y las manos, y las manos, y las manos sin sus guantes, pero no te alarmes el cielo está sereno y no hay bastantes prisioneros.
La tercera luna salieron todos a buscarla era, era así de grande que más de uno pensó en el Padre Eterno. Se secaron las risas, se fundieron las luces y comenzó el infierno, la gente huyó a su casa porque por una noche regresó el invierno.
La segunda luna el pánico sembró entre los gitanos hubo alguno que incluso se amputo un dedo. Otros fueron hacia el banco a hacer alguna operación pero qué confusión la mayor parte de ellos con sus hijos y sus perros corrieron a la estación.
La ultima luna la vio sólo un recién nacido con ojos negros, profundos, redondos y no lloraba con grandes alas tomó la luna entre sus manos, entre sus manos. Salió volando por la ventana era el hombre del mañana. Salió volando por la ventana... era el hombre del mañana.