Junto a mi ventanal no vengas a cantar porque un perdido amor me ha desolado. Y si me ves sufrir, no te acerques a mí, porque me harás vivir enamorado. Cantorcita de mi vida, cuánto te siento, por tu dulzura, mi pensamiento, ensayando tus cantares, vuelca a millares sublimes notas, dulce amor.
Avecita cantora, el trinar de tu voz que consuela penar del amor que en mi poncho murió, lo mismo que una flor que lleva el vendaval. Mi cariño fue aquella mujer que en la vida cantó para mí y en sus voces de arrullos oí que alzaba su canción lo mismo que el zorzal.
La dicha deshojé con la profunda fe que puse en el querer de un grande anhelo. Y nunca iba a pensar que pudiera llorar cuando la vi volar como ave en el cielo. Avecita encantadora, aue entre las flores como yo un día busca amores. Volando por los caminos deja sus trinos por si algún día pasa mi bien.
Si no quieres que mi corazón se consuma de loca aflicción, no te acerques a mi ventanal. Porque ella aquí cantó su ardiente juventud. Y ya en pos de los años, se van los suspiros que no llegarán hasta donde un día ella se fue. Y en mi corazón las penas morirán.