Fuiste el hallazgo cierto que me ensanchó el lugar de la alegría; un hallazgo, tal vez, que no salí a buscar, que me esperaba a la vuelta de un viaje como tantos, que emprendí alguna vez no sé hacia dónde, ni sé desde qué punto de mi vida.
Te encontró una circunstancia de mi tiempo: todo el perfume en tu piel y en tu palabra, y hasta en la fruta que inventó tu boca o mi nueva pasión esta mañana.
Fuiste el hallazgo de la hora justa, cuando había perdido muchas cosas, hasta mi terca y nada azul tristeza y algunas dudas, pero nunca todas.
Te encontró una circunstancia de mi tiempo en el incendio del último verano, feliz y bella, al fin, como una rosa estallando en la punta de su tallo.