Sin prisa pero sin pausa, como el "calabobos", desde las más tierna infancia preparan el cebo: «Si no te comes la sopa te llevará el coco...» «Los tocamientos impuros te dejarán ciego...». Y te acosan de por vida azuzando el miedo, pescando en el río turbio del pecado y la virtud, vendiendo gato por liebre a costa de un credo que fabrica platos rotos que acabas pagando tú. Son la salsa de la farsa. El meollo, del mal rollo. La mecha de la sospecha. La llama de la jindama. Son el alma de la alarma, del recelo y del canguelo. Los chulapos del gazapo. Los macarras de la moral. Anunciando apocalipsis van de salvadores y si les dejas te pierdes infaliblemente. Manipulan nuestros sueños y nuestros temores, sabedores de que el miedo nunca es inocente. Hay que seguirlas a ciegas y serles devoto. Creerles a pies juntillas y darles la razón que: «El que no se quede quieto no sale en la foto...» «Quien se sale del rebaño, destierro y excomunión». Son la salsa de la farsa. El meollo, del mal rollo. La mecha de la sospecha. La llama de la jindama. Son el alma de la alarma, del recelo y del canguelo. Los chulapos del gazapo. Los macarras de la moral. Sin prisa pero sin pausa, esos carcamales organizan sus cruzadas contra el hombre libre más o menos responsable de todos los males porque piensan por su cuenta. Sueñan y lo dicen. Si no fueran tan temibles nos darían risa. Si no fueran tan dañinos nos darían lástima. Porque como los fantasmas, sin pausa y sin prisa, no son nada si les quitas la sábana. Son la salsa de la farsa. El meollo, del mal rollo. La mecha de la sospecha. La llama de la jindama. Son el alma de la alarma, del recelo y del canguelo. Los chulapos del gazapo. Los macarras de la moral.