Quisiera abrir lentamente mis venas... Mi sangre toda vertirla a tus pies... para poderte demostrar que más no puedo amar y entonces... Morir después. Y sin embargo tus ojos azules, ¡azul que tienen el cielo y el mar! viven cerrados para mí sin ver que estoy así... ¡Perdido en mi soledad!
¡Sombras, nada más, acariciando mis manos! ¡Sombras, nada más, en el temblor de mi voz! Pude ser feliz y estoy en vida muriendo y entre lágrimas viviendo los pasajes más horrendos de este drama sin final... ¡Sombras, nada más, entre tu vida y mi vida... Sombras, nada más, entre mi amor y tu amor!
Qué breve fue tu presencia en mi hastío, qué tibias fueron tu mano y tu voz. Como luciérnaga llegó tu luz y disipó las sombras de mi rincón... Y me quedé como un duende, temblando sin el azul de tus ojos de mar, que se han cerrado para mí sin ver que estoy así... ¡Perdido en mi soledad!