La encontré en un concierto de Siniestro Total, ella ponía las cervezas. Yo terminaba un puzle de razones para continuar y ella fue la última pieza. Le pedí que viniera a un lugar desconocido y aceptó ir a mi casa. Me contó que su memoria estaba llena de olvido: son cosas que pasan.
Como la noche pasó.
Entre vodka y caramelos, viendo videos de los Simpsons, sin rozarnos ni un pelo, parando el reloj. Entre risas y pastillas, entre silencios y gritos, buscándonos las cosquillas que al final nos hizo el sol.
Despertamos vestidos con un disfraz de persianas y un buen clavo en la cabeza. Una especie de tristeza enredada con la ropa, desayunando en la cama. Ni siquiera sé tu nombre, ni tampoco si hace falta, no me importa si me mientes. ¿Qué tal si en lugar de marcharte te quedas hasta mañana y somos dos supervivientes...?
Y el portazo sonó
Como una calle vacía, un mechero que no enciende, sirenas de policía, como el viento de septiembre. Ya no he vuelto a ser honesto, ¿para qué? si nadie me entiende. No volvió a tocar Siniestro, y ella se llamaba Viernes...