Son uno solo electrizando el aire, con un amor y muerte inseparables por sus hijos Mickey y Mallory. Superamor que, endemoniado y libre, juro con sangre que son invencibles, son los santos Mickey y Mallory.
“Con estas mismas botas patearé tu corazón”, le cumpliría Mallory al police. “Se acaban los 90, necesitamos opciones”, decía Mickey con los ojos para el cielo, duros, llenos de televisión. Pactaron en vena su eterna pasión: violencia, conciencia de impaciencia, muerte y amor.
No sólo culpa fue la de los padres, el vivo infierno los largó a las calles; luego, encarcelados, todos fueron presas de Mickey y Mallory. Veo el futuro y no aparece muerte,* somos los ángeles y los demonios; “te perdono” dice un fantasma de Mallory a Mickey.
El mundo se hace cargo de encerrarte la ira, de regalarte el nuevo disfraz, de acariciarte siempre suavemente la herida, dejarte suspendido en el barranco cuando sabes que es de ida la vida. Dos lobos salieron juntos a matar a todos, nadie es inocente: van a morir, por Mickey y Mallory.
Ni la serpiente ni la publicidad, ni el celo fiel de fieles corazones, ni el facho alcalde, ni la sociedad, ni todo el desamor con sus razones pueden matar este auténtico amor asesino.
No puede destruir nadie jamás el destino, nos quieren enterrar y nos aman, no tienen solución, no tienen héroes definidos, es hora de crecer, no existen accidentes. “Vámonos a correr, el camino al infierno está frente a nosotros, ésta, ésta es nuestra iglesia para vivir”.
Son uno solo electrizando el aire, con un amor y muerte inseparables por sus hijos Mickey y Mallory.** Superamor que, endemoniado y libre, juro con sangre que son invencibles, son los santos Mickey y Mallory.