Fulgor del amanecer por las costas entrerrianas, cruzando el Gualquiraró casi llegando a Corrientes, se siente la sensación de estar viviendo en el cielo, con una dulce mujer que nadie pudo igualarla.
Verdores del saucedal que el agua va acariciando, allá pasa un pescador que va en la popa bogando, y canta mi corazón porque no existe en el mundo, una fortuna mayor que estar volviendo a esos pagos.
Y pienso chamigo qué linda es la vida, qué linda mi tierra y mi gente también, y pienso en el Yoyi, en Claudia y en Carlos y el Pelao Lezcano que no olvidaré.
Amigos del alma que alegran la vida y me dan la fuerza para no aflojar y gritarle al mundo en un mano a mano paraíso entrerriano ciudad de La Paz.
Cuando salgo a recorrer esos ríos de mi tierra, suelo llorar sin querer por la belleza que encierra, me embarga una honda emoción por ese amor a mi tierra, y si encuentro una mujer soy como el indio en la guerra.
Con el caballo cuateao viene Linares Cardozo nadando hasta el Paraná y el alma llena de gozo, cuando lo veo pasar de arriba de la barranca suelo chiflarle demás para que me lleve en ancas.