(Dedicado ao poeta Thiago de mello, um dos manuscritos achado pela filha Isabel Parra na Europa)
En una jaula grande, cal y cemento. Bajo siete candados, no justicieros. Un pajarillo trina su desconsuelo. Cuando las aves pueden cantarle al viento. Mientras las además aves estan bebiendo, el aguita que cae de alto cielo. El prisionero bebe duro tormento, y lagrimas habidas de sus recuerdos.
Por eso están llorando los elementos, las estrellas no tienen igual destello. Palida está la luna más que los muertos, mirando noche y día su prisionero. Por eso el Pan de Azúcar sube muy terco, y el Amazonas ruge del sentimiento. Copacabana agita negro pañuelo, pero la ley más sorda que El Padre Eterno.
Le roban a sus ojos azul del cielo, de la selva sus verdes le prohibieron. Pero no hay de quitarle su rojo fuego, ni la blanca paloma de sus desvelos. Gimen samba, que gimen los brasileros, suenen tambores negros a sangre y fuego. Lloren todo en que tienen corazón tierno, que sepultado en vida, se halla siqueiro.